Por: Cecilia Hernández Suenan las sirenas de las ambulancias, es un día de verano al mediodía; un par de semanas pasaron del incendio voraz de la reserva natural La Tigra, y al parecer el fuego sigue esparciéndose en varios puntos de la ciudad y el país. Hoy amaneció más opaco que ayer, olor a quemado, olor a desesperanza; se percibe lo mismo en las pláticas y en las miradas; y lo sé, nos duele; no lo comprendemos a ciencia cierta de manera tan visible, nos preguntamos ¿Cómo alguien puede quemar el bosque? ¿Quién quiere matar especies inocentes que cumplen un ciclo vital del planeta? Y quizá esa sea una expresión muy grave de lo que vivimos y hemos normalizado en este “trajín” del día a día; como esas baleadas que nos comemos en minutos sobre un plástico que dura siglos en el planeta, o ese refresco que nos “quita” el calor, pero que irónicamente su producción lo aumenta con la deforestación. Y claro ¿quién en su “sano juicio” quiere matar animales o derribar bosques? ¿quién de m
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